miércoles, 9 de marzo de 2011

El poder quirúrgico de la Iglesia

La expresión “cortar por lo sano”, es una metáfora que remite a las ciencias médicas y que habitualmente usamos para graficar una situación cuando nos debemos  librar de algún mal. Se supone que los médicos “cortan por lo sano” ante el peligro de que algún mal se extienda por el cuerpo. Se extirpa el mal y se resguarda lo sano.
La Iglesia Católica tiene una larga tradición en esto de “cortar por lo sano”. Lo ha hecho infinidad de veces, y en cada uno de esos cortes el resultado de sus habilidades quirúrgicas ha sido siempre el mismo. A diferencia de los sabios galenos, cada vez que los dirigentes de los seguidores de San Pedro “cortan por lo sano”, es para desterrar sus órganos sanos y para preservar aquellos que están enfermos.
Este nuevo episodio que involucra al recientemente expulsado cura Nicolás Alessio, deja muy en claro que, esta poderosa institución fundamentada en alguna piedra de la que se adueñó San Pedro, sin que existan más pruebas de la autenticidad de su herencia que su propia palabra y la de sus adherentes, no está dispuesta a poner en discusión el mas mínimo de sus mandatos.
Todos aquellos dispuestos a “sacar los pies del plato”, corren el riesgo de terminar con los avisos clasificados bajo el brazo, por la simple, sencilla y democrática razón de ejercer su derecho a expresarse libremente.
Pero el cura Nicolás no es el primero, tampoco será el último. Curas tercermundistas, curas que eligieron casarse, curas que apoyaron causas populares reñidas con los intereses del poder papal, han corrido la misma suerte. Una suerte que ni siquiera tuvieron Mugica, Angelelli, Dufau, Leaden, Kelly, Drago, Torres, Ludueña, Santana y Romero entre tantos y por nombrar solo a algunos.
Sucede que el poder se corrompe, y la Iglesia Católica es una entidad poderosa y corrupta desde su nacimiento y eso, mas allá de la valentía, la honradez y la humanidad de los nombrados y de tantos otros anónimos o poco conocidos.
“El poder siempre mata” cantaba la Bersuit, y no estaban muy lejos de la realidad en sus dichos. Y este poder que aun resguarda en su seno a Von Wernich, a Grassi y Baseotto en la Argentina; que protege a decenas de curas pederastas en Irlanda, Inglaterra, EEUU y Australia, que no tuvo empacho en asociarse al nazismo, que tuvo Papas que organizaron orgias sexuales y orgias de sangre en las Cruzadas a oriente, que le dio la comunión a Videla y a Massera y que se la sigue dando a Cecilia Pando, por nombrar solo algunas de las miles y miles de aberraciones cometidas en dos milenios de existencia, esta Iglesia (este poder), lo deja en la calle a Nicolás Alessio por apoyar la legalización del amor entre dos personas.
Y entiéndase bien, hablamos de rechazar el amor entre dos personas adultas y que se asocian mediante un mutuo consentimiento, pero protege, tolera, acepta y resguarda a sujetos de la más baja condición, que también optan por mantener relaciones homosexuales, pero a diferencia de los primeros, actuando en forma deshonesta, con menores y haciendo uso del poder que les otorga su investidura y la confianza que los jóvenes depositan en ellos. La ley, a la que los “romanistas” se apegan solo cuando les conviene, tiene un nombre para quienes cometen ese delito: son pederastas.
Tal vez solo falte que el Vaticano beatifique a estos sujetos que habitan el escalafón mas bajo de la condición humana.
Mientras tanto, los Alessio seguirán sucediéndose en esta larga lista de excluidos del paraíso para algunos. Algunos que tal vez, ni siquiera califiquen para el infierno.
Es la historia del poder, que entiende que cada paso que se da contra sus mandatos, es una amenaza inaceptable que atenta contra su misma supervivencia y pone en juego su esencia misma.
Quizás esté llegando el momento en que la sociedad argentina, si es que quiere vivir en una sociedad más justa e igualitaria cada día, comience a replantearse el sostenimiento del culto católico por parte del estado, toda vez que los valores que sostiene esta organización de hombres célibes, son contrarios a los que como sociedad defendemos: la vida, el respeto por el prójimo, la igualdad de derechos, la protección de los niños, la libertad de expresión y hasta el mismísimo amor si se quiere.
Tal vez como sociedad estemos necesitando más Alessios, más Romeros, más Angelellis y menos Torquemadas, que parecen ser los que abundan dentro del poder vaticano.

Enrique “Gallego” Cal

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