martes, 8 de marzo de 2011

ASUNTOS DE FAMILIA

Un año electoral es una gran feria de vanidades.
Para algunos políticos, claro.
El mundo de la política se convierte en un gran reality show en donde consecutivamente algunos se desnudan, se prostituyen, se visten y se vuelven a desnudar.
En tanto y en cuanto esos actos no afecten a los intereses de la corporación mediática, o los actores de tales actos, sean contrarios a los intereses de esas comparaciones, entonces asistiremos a la conocida cruzada del bien que intentan emprender las espadas sagradas forjadas con insumos de Papel Prensa. Claro está, que si hablamos de un mimado de las corporaciones, entonces la reacción corporativa será diametralmente opuesta, actuando como “un manto de guirnaldas para que el cielo no vea”.
Pero como presos de una atracción fatal, algunos políticos se muestran inevitablemente proclives a perpetrar todo tipo de disparates, cuando no, aberraciones, con tal de conseguir algún que otro voto que lo posicione un poco mejor en la recta final. Algunos incluso, parecen dispuestos a abrazar los más oscuros intereses. Como diría Serrat: “en la noche de San Juan como comparten su pan, su mujer y su gabán, gentes de cien mil raleas”.
Fernando “Pino” Solanas se ha caracterizado en los últimos tiempos por formular todo tipo de sentencias en contra de la Presidenta de la Nación.
Esta claro que su rol de opositor le exige diferenciarse de las acciones de gobierno, lo que no queda claro (o no quedaba hasta hace poco) es la razón que lo mueve a lanzar los mas furibundos ataques, e incluso, las mas grotescas agresiones personales.
Es curioso que, suponiéndose parte de un “campo popular”, el cineasta comparta poco y nada las políticas de un gobierno que, cegueras al margen, ha puesto en marcha nuevamente al país. Eso podría esperarse de Federico Pinedo tal vez, pero no del realizador de “Memorias del saqueo”. Sin embargo, su bajo caudal de intención de votos (no supera en ninguna encuesta el 8 o 9 por ciento), su necesidad de minutos de cámara o su intención de congraciarse con el establishment económico y político, lo empuja día tras día a asumir posiciones cada vez más vergonzantes como la retratada en la muestra rural.
El apretón de manos (reverencia –perdón Gabriel Schultz- y sonrisita nerviosa incluida) con un Eduardo Duhalde, secundado (como lo hacia Don Corleone con Tesio y Clemenza) por el Momo Venegas y otros personajes del tren fantasma del peronismo de derecha, lo pone en una posición incomoda con cierto sector de sus votantes que, opositores al gobierno, no son portadores de gorilismus tremens.
Y está claro que la delegación de la representatividad política es un contrato. Un contrato que (lamentablemente) no obliga al representante a su cumplimiento taxativo. Tampoco existe la posibilidad legal de revocar ese contrato.
Pero existen otros contratos que si exigen cumplimiento y consagración absoluta. Es el contrato que se “firma” con el poder, por el cual alguien asume un rol sumiso y se convierte en un sicario a cambio de favores que no necesitan documentación ni firma. Solo se plasman con un apretón de manos y la reverencia debida. Un equivalente al beso en la “Cosa Nostra”.
Quien alguna vez dijo que este gobierno es de derecha, acaba de someterse al poder político y económico de la Argentina, representado por los barones de la soja y por el “padrino” de la derecha golpista y reaccionaria del PJ, y responsable de la mas brutal transferencia de fondos del estado, mediante la pesificación de deudas del establishment en el 2002, y de las muertes de Kosteki y Santillán.
Y esta claro entonces que Solanas no podrá cumplir con ambos contratos.
Y esta claro que el contrato publico con sus representados lo puede incumplir sin consecuencias de ninguna índole, excepto deshilachar aun mas su ya deshilachada credibilidad. Ya lo ha hecho en el pasado y es evidente que lo seguirá haciendo en el futuro.
Y está mucho más claro que no se rompe un contrato con la mafia y se puede salir indemne, ya lo intentó alguna vez Solanas, cuando se atrevió a criticar a sus ex socios del menemismo y le costó su salud.
Esta vez no cometerá el mismo error. Sabe muy bien que no se juega con los asuntos de la familia.
Y hay lecciones que se aprenden para toda la vida.
Y hay contratos que también son para toda la vida.

Enrique “Gallego” Cal

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